Cuando llegué a Madrid fue tan natural para mí pensar "quiero vivir junto al río". Me parecía con mucho el mejor lugar de la ciudad para vivir. Para una persona que había elegido el medio rural y semi-nómada como estilo de vida volver a la ciudad se presentaba como una alternativa complicada. El tramo del río Manzanares que baja por la ciudad aún no estaba tan poblado de seres vivos como lo está actualmente. Poder ver volar y oír el canto de la vida de patos, gallinetas, gansos, gaviotas... me parecía un privilegio en el centro de una ciudad de estas dimensiones. No me considero una persona que se implica mucho en la identificación de especies o en debates sobre las "especies invasoras". Abundan en mí paseos por el río y por la Casa de Campo acompañados de fotografías, textos, dibujos o pequeñas instalaciones artísticas site specific. Mi programa de televisión favorito consiste en matar el tiempo en un espacio verde cercano a casa y sentarme en una zona de madrigueras donde simpáticos conejos silvestres de color marrón saltan por las praderas alejando su trasero blanco. De estos tiempos muertos nacieron producciones artísticas del estilo Land Art a muy pequeña escala como "Insectoteca" y "Una Catedral para hormigas". Pequeñas obras escultóricas realizadas con materiales naturales encontrados en los lugares que transito. La primera de ellas, una ciudad de rascacielos construida con cortezas. La otra, permitió liberarse en mí reflexiones sobre una noticia de actualidad reciente. En ambos casos, encuentro en la naturaleza una compañera de aprendizajes y reflexiones que me ayuda a comprender la vida o simplemente (que no es poco) como me siento en un determinado momento.

Aunque el arte está muy presente en mi trabajo y en mi vida, no me dedico al arte profesionalmente. Para mí esta forma de hacer arte, si se puede llamar así lo que hago en algunas de mis salidas, busca simplemente crear y expresarse. La calidad artística del resultado es lo de menos y las obras que creo suelen ocurrir de forma bastante rápida sin muchos detalles técnicos. Son, para mí, una forma de diálogos con los entornos que transito. Mediante la escucha, la observación y la interacción con lo que me rodea el arte permite que esté conectado con la naturaleza y también conmigo mismo. Esta aproximación artística a la naturaleza me ayuda a identificarme con las cosas que hay en mi entorno y comenzar a apreciarlas. Desde insectos y ramas hasta el viento o el cielo azul. La mayoría de las veces tampoco son obras de arte que pueda, quiera o deba llevarme casa. Entonces aprendo que las obras creadas me pertenecen en la medida que pertenecen al sitio donde se encuentran. Aprendo a relacionarme con los materiales, con los recursos y con el entorno de manera más sensible. Y sobre todo, aprendo poco a poco. Recuerdo cuando comenzó la separación de residuos en casa. Era un reto introducir tres cubos en la cocina como lo era introducir nuevos hábitos para almacenar la basura. Por eso, en aquel entonces, comenzamos por un objetivo asequible reciclando en primer lugar el papel. Después, fácilmente llegó un reciclado más completo y que, aún hoy, seguimos mejorando.

¿Consciencia o Conciencia ecológica? Interesantes ambas, las referencias encontradas aluden a que la consciencia es la capacidad del ser humano para percibir la realidad y reconocerse en ella, mientras que la conciencia es el conocimiento moral de lo que está bien y lo que está mal. Ambos términos derivan de la misma raíz etimológica: el vocablo latín conscientĭa, y ambos vocablos convergen en la reflexión que nos presenta hoy Pablo, aunque a él para el contenido le ha sugerido más la primera. ¡Gracias Pablo!

Pablo García Bartolomé. Psicólogo en Educación y Desarrollo Evolutivo, N.º Col. M-33251
Arteterapeuta, Titulado Máster Oficial. Universidad Complutense de Madrid. Eco-Art Therapist in training, Project to Nature Connect (USA). Beca de Arte y Cuidados frente a los malestares de la vida cotidiana en Madrid Salud-Madrid Ciudad de los Cuidados. Arteterapeuta en Centro Joven de Madrid