Naturaleza urbana en sociedad

Llega el verano, lenteando

Os emplacé hace algunos artículos en la lectura del evocador último libro de Umberto Pasti, Perdido en el paraíso, publicado por Acantilado. Junto a él, y como contrapunto, el último libro de Daniel Gascón, Un hípster en la España vacía, publicado por Literatura Random House. Ambas lecturas me han llevado a paraísos perdidos, y disfrutando tanto de su lectura como de su evocación, os sugiero ambos títulos para tardes o noches ociosas, en casa si te recomiendan el confinamiento, o en cualquier otro rincón en el que has decidido lentear.

Llega el verano, tradicionalmente una estación de relax, de vacaciones, donde priman las actividades al aire libre con los niños, la playa, la montaña, en los pueblos de los abuelos, o en viajes lejanos o de proximidad.

Pero nos encontramos en un nuevo verano de incertidumbre; el momento de este post coincide con una invitación al confinamiento de algunos municipios y provincias, circunstancia que cuesta y duele, sobre todo pensando en los niños y en los más mayores. Parece que esta nueva normalidad se nos va a hacer larga y compleja; algunos ya no se enfrentan a vacaciones, porque no hay trabajo del que descansar y el escenario de recuperación es incierto. 

En general se acentúa un nuevo sentimiento, la Solastalgia, referido en el nuevo título en el que me encuentro inmersa, de Ramón del Castillo, titulado El Jardín de los Delirios.  Descrito por Glenn Albrecht (2005;2010), como el estado de ánimo que provoca el deterioro ambiental, refiere también su contrario, la Solifiliarelativa a concepciones positivas, geográficas y biológicas, de los lazos de conexión y el lugar.

Sin resultar pretenciosa en los términos escogidos, y poniendo en valor el segundo sobre el primero, quiero compartir con vosotros las dos últimas lecturas en las que me encuentro lenteando, de veraneo, porque ambas enlazan con la parte positiva del término y me sirve de cabecera para las dos propuestas, distintas y singulares.

Me ha conquistado la pasión por un fin y la perseverancia en su consecución a pesar de las dificultades. Pero en la descripción de la construcción del Jardín en Rohuna nos habla de una sociedad, su cultura, un lugar, su gente, y como un raznani (extranjero no creyente) puede llegar a formar parte de ellos, aún sin serlo. A través del cuerpo principal de la creación del Jardín, nos habla de la recuperación de ciertas especies en desaparición, en el avance “del progreso” y la urbanización salvaje de la costa atlántica marroquí. También nos habla de aromas y de lealtades, de realidades como la emigración, y sus redes de tráfico de drogas y personas en el tránsito a Europa, y de la evolución en la pérdida de valores, y su cultura. Umberto no juzga, describe, valiente en la exposición de ciertas cuestiones, revela un profundo respeto por la cultura, costumbres y su gente, siendo aceptado como raznani. Si además, por afición o profesión te apasiona la jardinería, disfrutarás con la evocación de la construcción del jardín; consigue que lo dibujes, lo pasees, lo comprendas y saborees sus aromas. En resumen, te enamoras de Rohuna y su gente, a través de sus historias en los años de construcción del jardín y deseas que no acabe de construirlo, pues pasa delante todo lo demás. (… y mira que he disfrutado con la descripción del proceso de creación del jardín). 

Al final deseas que Rohuna, Baitia y su gente sigan manteniendo su esencia y no sucumban al progreso, evoca Solifilia, ¿Recuerdas?

Va de hípsters y en la portada aparece un tipo haciéndose un selfie sobre un tractor; antes de comprarlo me pregunto, ¿No será un poco rarito?

Sigo a Daniel en sus columnas de prensa y tiene un punto de conexión con lo rural como si lo conociese de cerca, destila un humor ocasional, que encuentro muy ocurrente. (A pesar del apellido os aseguro que no es mi primo, ni lo conozco).

Si eres urbanita, pero has convivido con la gente de pueblo, este libro te va a enganchar. Fácil, fresco y con un punto irónico, dibuja perfectamente la relación entre las nuevas generaciones urbanitas que se acercan a la vida rural. Saca partido de las caricaturas de unos y de otros y te hace reír con sutilezas. Evidencia los cambios, unos necesarios en los que embarcarnos y otros, sinsentidos en los que nos encontramos.

Pertenezco a la generación de veraneantes de pueblo; parte los veranos de mi niñez la pasé un poco asilvestrada en un pueblo pequeño de Teruel, Cascante del Río. Pero soy urbanita, (de Valencia) y eso abre brecha; al final del título descubro que Daniel en una etapa próxima a la mía vivió en diversos pueblos sin ser de allí. En Cascante Jesús, el hijo del médico de Cascante, no era ni del pueblo ni de la ciudad. Quizá de ahí saca ese punto ocurrente, de crítica y humor, a veces absurdo, (con el que personalmente he disfrutado) en el contrapunto entre lo urbano y lo rural, quizás fruto de no pertenecer a ninguno o a todos.

Como en Rohuna, Baitia y su gente, deseas que nuestros pueblos sigan manteniendo su esencia y no sucumban al progreso, progresando al mismo tiempo; así que, como Umberto, Daniel vuelve a evocar Solifilia; 

Estas dos lecturas son mi propuesta para empezar a disfrutar del verano: dale la vuelta a la nostalgia o a la solastalgia y sacúdetela de encima si ves que se te apodera como consecuencia de un verano atípico,  y disfruta.

 

Inma Gascón

Ingeniero Agrónomo

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