Naturaleza urbana en sociedad

Nuevas fórmulas para nuevos tiempos

El último artículo publicado en el blog por nuestra colaboradora Laura Álvarez, hablaba de la oportunidad de incorporar la figura del voluntariado como un recurso con el que participar en la conservación de los parques públicos. Este post de hoy invita a reflexionar sobre la necesidad de transformar con acierto el modelo de gestión del Verde público, ante los retos de gran Pacto Verde, la crisis climática y la limitación económica a afrontar por los Municipios españoles en un 2021 complejo e incierto.

Ya lo apuntaba Laura, incorporar la figura del voluntariado como recurso con el que participar en la conservación de los parques públicos, en un ejercicio de enriquecimiento mutualista, donde el voluntario se siente parte de un colectivo, y su aportación revierte en beneficios a miembros concretos de la comunidad y al bien común en general. 

Sin embargo, surgen voces disonantes que plantean el riesgo de intrusismo que puede producirse en ciertas labores, (para el plano que nos ocupa, de jardinería o agricultura), con las que colaborar en beneficio de la comunidad, dado que ciertas prestaciones exigen destreza, formación, y profesionalidad, y por tanto no deberían ser delegadas a colectivos de voluntarios, además de otras cuestiones como las relacionadas con la responsabilidad en la ejecución de los trabajos.

El pasado fin de semana el Diario La Vanguardia publicaba un artículo titulado Barcelona busca jardineros, en el que se daba a conocer los resultados de una encuesta realizada por el Ayuntamiento de Barcelona en relación a un reciente sondeo de opinión a la ciudadanía, sobre la posibilidad de participar en actividades de voluntariado relacionadas con la conservación de los espacios verdes de la ciudad.

Casi de forma pareja, no sabemos si de forma casual, el Diario el País publicaba otro interesante artículo titulado Barcelona crea nuevas Zonas verdes sin aumentar el número de jardineros, en torno a los malabarismos del Área de Parques y Jardines  para hacer más (superficie o conservación de mayor número de espacios), y hacerlo con nuevos criterios de conservación naturalizada, intentando (no sabemos si consiguiéndolo) llegar a todo con menos medios personales.

Han surgido con el confinamiento, voces que cuestionan si los métodos habituales de conservación de espacios verdes públicos son los que son, o deberían ser replanteados en torno a nuevas fórmulas menos intervencionistas, más naturales, fomentando la biodiversidad y actuaciones más sostenibles. Pero junto a estas voces, siguen escuchándose otras que siguen sin entender una conservación que no pase por zonas limpias y ordenadas, percibiendo la no intervención o la reducción de ciertas intervenciones relacionadas con el desbroce de praderas, la cava y la escarda de alcorques, incluso la poda programada, y entienden que lo no intervenido y ordenado es desidia, riesgo y dejación de funciones. 

Recientemente, una noticia publicada en el Diario Las Provincias titulada Las plantas invaden una urbanización y 'expulsan' a los vecinos  nos refería el fracaso de un proyecto experimental de 2018, emplazado en la gran ciudad de Chengdu, capital de la provincia de Sichuan, donde, un complejo de ocho edificios experimentales, de una zona residencial, llamada Jardín del Bosque Qiyi, pensada como un reto de integración arquitectónico integrado en la naturaleza, se convertía en un tremendo fracaso produciendo la fuga de sus moradores por superación de los límites de disconfort de éstos. 

¿Dónde están los límites del confort urbano? ¿Estamos dispuestos los urbanitas a renunciar a cierto disconfort en aras del bien común? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a admitir “desorden, no intervención o menor intervención? El propio artículo de Barcelona aducía a ello como aspecto clave en el éxito del proyecto.

¿A quien compete fijar los límites? ¿Cómo conciliar voces tan distintas sin producir desgastes e insatisfacciones? ¿Es posible? ¿Son los cambios factibles e inmediatos?

Respecto a quien compete fijarlos, cabe asegurar que corresponde claramente a los gestores de lo público y a los políticos que, con las herramientas del procedimiento administrativo, complejo, que no fácil, deben encontrar como hacerlo conforme a este. Escuchar las demandas ciudadanas y atender las recomendaciones de científicos que acreditan la necesidad, constituye una necesidad imperiosa.

Respecto a como conciliar, creo que debemos incorporar una herramienta clave, la divulgación y la comunicación, debemos dar a conocer como funciona la administración, qué limitaciones presupuestarias tienen los Ayuntamientos, y cual es el coste de los servicios públicos. “Papá estado” no es infinito y según la regla de gasto, podemos hacerlo según nuestro techo de ingresos, vamos, como en nuestra economía doméstica.

Aún a costa de resultar agorera, no dejo de pensar en que situación se presentarán las arcas públicas municipales en 2021, a la vista de este 2020 inconcluso y sumamente incierto. Como “a la fuerza ahorcan”, habrá que ir repensando los modelos de conservación de espacios verdes actuales, y volver a plantearse aquello de la comunicación y del voluntariado como necesidad de colaborar en beneficio del bien común, ¿Se te ocurre alguna iniciativa?

Yo por mi parte he empezado barriendo la acera de la puerta de casa cuando las flores de los árboles terminan su ciclo y acaban sobre las aceras y dejan de ser bonitas; eso sí, los restos van a los alcorques.

El próximo 14 de octubre la Asociación Española de Arboricultura ha preparado una mesa redonda donde se plantearán algunas de estas cuestiones. Dirigida a profesionales, pretende ser el comienzo de más sesiones sobre las que compartir experiencias y proponer soluciones; tengo el placer de formar parte de la mesa y me encantaría contar con vosotros en este foro, y en aquellos otros que puedan surgir en torno a ello.

Porque ante olas mejor surfearlas y porque no podemos mirar para otro lado, o seguir tocando como la orquesta del Titanic, mientras el barco se hunde, debemos reflexionar, analizar, reprogramar y ejercer de forma creativa, (aunque erremos en alguna solución), compartiendo juntos experiencias, y formando parte de la palanca de cambio que necesitamos. ¿Te lo vas a perder?

Inma Gascón

Ingeniero Agrónomo

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