Naturaleza urbana en sociedad

Palma, conocer nuestro pasado para mejorar nuestro presente y futuro

Reflexionar sobre lo que conocemos, interesante propuesta la de hoy.

Cuando en el 123 a. C Quinto Cecilio Metelo consiguió por fin conquistar Mallorca ganándose así el título honorífico de Balearicus, fundó dos ciudades en la Isla: Pollentia, en el norte y en el sur otra a la que, regodeándose en su victoria le puso el nombre de Palma. Pero, ¿Qué tiene que ver una victoria militar con un árbol al que hoy en día asociamos a playas o paseos marítimos? Desde árbol sacro de Apolo hasta la entrada de Jesús en Jerusalén, la palmera es un motivo iconográfico recurrente que está íntimamente ligado a la simbología del triunfo y la victoria. Pero sus orígenes son mucho más antiguos.

¿De dónde surge esta asociación? Para entenderlo tenemos que transportarnos hasta la antigua Mesopotamia y Egipto. Para los habitantes de estas civilizaciones fluviales que vivían de espaldas al desierto y debían y confiaban sus vidas a los ríos que regaban sus cosechas, para los que más allá de su fuente de vida solo existía la arena y la muerte, solamente un ser vivo de porte majestuoso era capaz de hacer frente a tal desafío, la palmera. A sus ojos, la palmera era el triunfo de la vida sobre la muerte, la victoria allí donde parece más improbable, una relación más que obvia para las personas de aquella época en su día a día y fue desde los inicios asociada a la divinidad y a la realeza. De ahí fue adoptada por los griegos, los romanos y más tarde la iconografía cristiana hasta nuestros días.

Hoy en día, la simbología de la naturaleza puede parecernos algo misterioso y atávico, pero para las personas del momento y hasta épocas muy recientes, el hecho de estar en contacto con la naturaleza y observar los ciclos de la vida de manera cotidiana hacía que ciertas asociaciones resultaran directamente lógicas para los que las observaban. Los cipreses en los cementerios, los almeces en las possessions, el mirto el día del Corpus, el arroz en las bodas… son cosas que damos por hechas, pero olvidamos que son tradiciones que provienen de un tiempo en el cual la división entre el mundo natural y el humano era mucho más difusa. Es solo un síntoma más de esta desconexión, que hace que sepamos diferenciar a primera vista entre cualquier marca de coche o móvil, pues su importancia en nuestro día a día es evidente para nosotros, pero no entre las plantas de nuestros bosques, sin darnos cuenta del impacto directo que tienen sobre nuestras vidas. 

¿Hay alguna manera de revertir esta situación? ¿Más contacto con la naturaleza? ¿Más educación ambiental? ¿Es realmente necesario o se puede dejar en manos de los que se dedican a la gestión ambiental? Estas son algunas de las preguntas que surgen cuando pensamos en cómo implicar a la población en la conservación del medio ambiente, un reto que aún sin darnos cuenta atañe a todos.

Manuel Pomar

Licenciado en Biología

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