Las simulaciones digitales se perfeccionan de día en día y cada vez reproducen con mayor fidelidad las experiencias originales, lo que no las hace más auténticas sino un sucedáneo más logrado y, por consiguiente, una amenaza más seria de nuestro bienestar. Un buen ejemplo de cómo lo virtual puede remplazar lo real son los ciberjardines. Esos espacios plantados ya no son el resultado de una cuidadosa labor de cultivo, poda y ordenación del terreno sino de la aplicación de sofisticados programas de realidad virtual y telepresencia. Gracias al empleo de tecnologías 3D inmersiva el usuario puede tener una experiencia multisensorial e interactiva muy similar, por no decir mejorada, de lo que significa pasearse por un vergel de ensueño sin tener que moverse del sillón, ni soportar las inclemencias del tiempo u otras incomodidades. Las posibilidades son casi inagotables, desde recrear visitas a parques históricos o paraísos terrestres ya desaparecidos hasta hacer realidad las más desbocadas fantasías jardineras. En el futuro digital que nos aguarda pasearse por un jardín o cultivarlo, puede que ya no signifique lo mismo. El día en que el sudor en la frente, las uñas de los dedos sucias de tierra, la piel de la cara castigada por el sol y el viento y la fatiga muscular no formen parte de la experiencia de cultivar un huerto o un jardín tampoco lo harán sus enseñanzas.  

Imprimir

• email
• facebook
• twitter
• linkedin
• Whatsapp