Naturaleza urbana en sociedad

Conectar para reconectar

¿Alguna vez te has preguntado porqué estar en lo natural te serena? La playa, la montaña, los campos de cereal, la dehesa, en un bosque, en una marisma, en mar adentro, o bajo el mar, con nieve, con lluvia, de día con sol radiante, o de noche, bajo las estrellas.

Ocurre que encontrarse con la naturaleza implica un inevitable reencuentro con uno mismo. Volver al origen y al estado que fue hábitat y hogar, despierta una parte algo olvidada de nuestra complicada existencia como entes sociales y ‘altamente ocupados’. El tiempo se para. No hay antes ni después. No hay estímulos, ni coches, ni luces. Tampoco compromisos, prejuicios ni expectativas por cumplir. Todo se ralentiza y las máscaras creadas para afrontar la realidad de la urbe son superfluas. Te acoplas al ritmo de la tierra, a su nunca prisa y a su espacio sin límites, y brotan emociones que no habían recibido luz ni tenían cabida en el ajetreado ir y venir de nuestro día. 

Porque cuando hay silencio alrededor sólo queda escuchar adentro. Da miedo sentir, pero cuando pasa, cuánto sanamos. Regresar a la naturaleza es encontrar nuestra raíz como especie. Volver a nuestro cuerpo es encontrarnos con nuestra yo primitiva, que entiende, que siente, que escucha. El sentimiento innato de pertenencia a ese entorno reconecta con necesidades, deseos y miedos que ignoramos porque “no estamos para perder el tiempo”. 

Ilustración: Blasina Rocher

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Claudia Polo

Es estudiante de Gastronomía

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