Naturaleza urbana en sociedad

STALKER: El bosque urbano como zona de consciencia

Segunda entrega del "Urbanismo, con más claridad", en que cualquier extracto perjudicaría la intención del autor, que nos atrapa con la imagen y no nos suelta hasta el final....

Andréi Tarkovski fue capaz de hacer poesía con la imagen y el sonido ambiental sin tener que recurrir a bandas sonoras sintéticas; de hipnotizarnos con la coreografía de las algas y la música del agua, la madera, las piedras, la hierba; de conmovernos con el eterno plano estático de un erial.

Siete años antes del accidente de Chernóbil, Tarkovski nos reta con “Stalker”, una película protagonizada por un guía, un escritor y un científico. Tras la supuesta caída de un meteorito, un pueblo es abandonado y engullido por la Naturaleza, acordonándose la zona por el presunto peligro que comporta. Con el paso del tiempo se difunde la idea de que en la zona existe un lugar en que los deseos más profundos se hacen realidad; este rumor es aprovechado por algunos para ganarse la vida como stalkers, acompañando al lugar prohibido a gente desesperada y atormentada. 

Nuestro guía alcanza en la zona su plena realización personal, aún a riesgo de perder su libertad. Allí puede desplegar sus extraordinarias aptitudes como en ningún otro lugar, porque en la zona parece haberse materializado la consciencia.  El stalker descubre allí su felicidad, su dignidad, su libertad.

Mientras el escritor busca desesperadamente la inspiración, el científico aspira al máximo prestigio profesional descubriendo la verdad de la zona y destruyéndola. Los clientes ansían llegar al mágico lugar trazando un itinerario directo, mientras que el stalker los guía a través de una concatenación de rodeos, en el convencimiento del peligro que comporta alcanzar su objetivo de forma precipitada. Los protagonistas superan diversos conductos, cada vez más imponentes, donde la omnipresente agua y la similitud de la estancia final con las circunvoluciones cerebrales, revelan un extraordinario viaje hacia lo más profundo de nuestro ser. Cuando alcanzan el objetivo, el stalker les recuerda que un hombre que piensa en el pasado se vuelve más bueno, pero estos son incapaces de enfrentarse a su esencia, conscientes de que para sobrevivir fuera de la zona deben recurrir constantemente a la proyección psicológica, conscientes de que son causas perdidas.

Durante los días de confinamiento habrá quien se haya arriesgado a visitar los bosques de nuestra ciudad, alcanzando un sublime grado de consciencia de sí mismo y del entorno. 

La flora arvense le habrá regalado una improvisada sucesión de composiciones; un sinfín de melodías armonizándose habrá logrado romper su aliento; postrándose ante un nazareno, habrá tratado de comprender su inflorescencia; rendido ante la magnificencia de su vecina comunidad, se habrá acostado sobre el lecho herbáceo, advirtiendo que sólo así se puede apreciar la intensidad de una pimpinela escarlata. En el bosque de nuestra ciudad, el stalker de la pandemia, al igual que el de Tarkovski, hallará una zona de consciencia, alejada de las injerencias de la sociedad; un lugar libre de proyecciones donde descubrir si su apariencia oculta su esencia o la revela; un lugar donde hacernos mejores.

Algunos estándares urbanísticos carecen de virtualidad en aquellos municipios que han agotado su techo de crecimiento urbano. Los estándares mínimos de zonas verdes se determinan en función del techo residencial; su configuración y dimensión deben ser adecuadas a su funcionalidad, evitando un fraccionamiento que la dificulte o invalide. 

El 25 de abril de 2020 el Estado publicó una orden ministerial sobre las condiciones en las que deberían desarrollarse los desplazamientos por parte de la población infantil durante la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19. La orden permitiría dar un paseo diario por cualquier vía o espacio de uso público, incluidos los espacios naturales y zonas verdes autorizadas, respetando el límite máximo de un kilómetro con respecto al domicilio del menor. En las ciudades, ante la imposibilidad de acceder a espacios recreativos infantiles al aire libre, así como a instalaciones deportivas, la mejor terapia para contrarrestar los efectos del confinamiento sería el bosque urbano. Allí es fácil captar la atención de nuestros hijos, no sólo para que comprendan su entorno, también para que empiecen a descubrir la zona de consciencia. Pero, ¿qué porcentaje de la población residente en las grandes ciudades tiene un bosque urbano en un radio de mil metros? Ahora podemos hacer urbanismo, con más claridad.

Miguel Dot

Licenciado en Derecho y letrado consistorial

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